La noche avanzaba oscura y fría, no se escuchaba ningún sonido, y un viento gélido cortaba una atmósfera sin luna y sin estrellas, no se veía ni principio ni fin en esa tierra árida cortada por una línea de cemento.
Un hombre caminaba por un costado de la vía, a paso lento, sin apuros, se movía despacio, esperando. Al mismo tiempo un auto surcaba la noche por la carretera, su conductor, un hombre de preguntas y respuestas directas, estaba cada vez más impaciente por la eternidad del camino. Sus manos estaban blancas de tanto apretarlas contra el manubrio y miraba al espejo retrovisor con impaciencia, esperando encontrar otro auto.
El caminante se detuvo. El ruido proveniente de un auto a lo lejos lo sacó de su cabeza, sin embargo, no estuvo demasiado tiempo detenido; tenía un camino que recorrer y un final al cual asistir. La mirada del conductor se desvió del espejo cuando fijó su mirada en un hombre que caminaba por un lado de la carretera, se asombró de ver vida en ese lugar tan muerto, pero no pudo quitar la vista del caminante.
“Esta es mi oportunidad” pensó el caminante. “Puedo hacer que todo termine de una vez por todas”, esa fue su resolución mientras el auto pasaba por su lado “aún no es demasiado tarde”… El conductor no quitó la vista del que le hacía compañía en el camino, giró su cabeza para verle la cara al caminante pero la oscuridad se la cubrió con su manto. Cuando volvió la vista hacia el camino vio la figura del hombre que había dejado atrás. “Imposible”, pensó el hombre, asustado, no quiso voltearse para asegurarse si era el mismo hombre. En vez de eso se preparó para el impacto, se apretó contra el asiento, ya no sentía sus manos por la fuerza ejercida contra el manubrio y antes de cerrar los ojos pudo ver al caminante extender sus brazos, aguardando pacientemente el impacto. El tiempo pareció detenerse en ese lugar abandonado, el conductor abrió los ojos para descubrir que la noche avanzaba oscura y fría, que no se escuchaba ningún sonido y que un viento gélido cortaba una atmósfera sin luna y sin estrellas, que no se veía ni principio ni fin en esa tierra árida cortada por una línea de cemento.
El auto se detuvo. El silencio era cada vez más tenso, el conductor se bajó de su auto y caminó hacia el viajero, quien tenía el rostro de un hombre de preguntas y respuestas directas pero que el manto de la oscuridad tapó. Se devolvió hacia el auto y comenzó a conducir impacientándose por la eternidad del camino.
#el-lío
Imagen extraída de: http://dalecoopersbitch.tumblr.com
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