expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

viernes, 14 de junio de 2013

In Utero


Ya le estaba costando respirar. A su alrededor había una jalea espesa y cálida. No sabía cuánto tiempo llevaba así realmente, pero en la oscuridad, había perdido la noción del tiempo y sólo nadaba y flotaba, percibiendo vagos sonidos que retumbaban en la distancia. De vez en cuando se dormía sin saberlo. Primero soñaba con luces, luego con siluetas que bailaban, rozaban su cuerpo y le tomaban de las manos. Con el tiempo empezó a soñar que caminaba por un pasillo, tras el cual una luz difuminada lo cegaba. Subía rápidamente a su automóvil, intentaba encender el motor y tras dos intentos fallidos iba rumbo a su trabajo. Fue doctor, fue panadero, se vio barriendo las hojas de otoño. Una mujer menuda de rostro cansado lo besaba, le quitaba la chaqueta y luego se veía frente a una mesa con sus hijos. Cuando tomaba el primer sorbo de café y sentía el humeante hervor en su boca, siempre el sueño se disolvía y volvía a sentir sólo una sopa jabonosa a su alrededor sin recordar nada. El tiempo parecía no existir, hasta que un día despertó con un fuerte dolor de cabeza. La jalea a su alrededor se desvanecía. Se estaba ahogando. Mientras la oscuridad daba paso a una claridad cegadora, sintió dos manos que lo jalaron fuertemente de los hombros. La presión en su cabeza era insoportable “¡Ya basta! ¿Qué demonios sucede?”. Tras un fuerte impulso, su cuerpo se estiró suavemente y la presión en su cabeza cesó. Ya no pudo respirar más. Sintió una brisa fría recorriéndole la piel y unas ganas irrefrenables de llorar. Lanzó un grito ahogado y después de breves exámenes, lo doctores lo dejaron sobre el pecho de su madre y se durmió. Nunca más recordaría nada.

#pantostado

No hay comentarios:

Publicar un comentario