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martes, 30 de julio de 2013

El pelómetro 1


Lo admito, yo vi Rojo. Ese programucho que mostraba jóvenes con anhelos de fama que venían de lugares comunes. En dicho programa existía una de las jurados que se llamaba Amaya Forch (Un salú por el Chuña). Ella, describía que cuando algún participante era capaz de lograr una actuación maestra se le activaba el "pelómetro": la reacción de erizarse los vellos de su piel ante tal escena.

Lo que sufría Amaya obedece a una serie de acciones corporales desatadas por un elemento en especial: el arte.

Desde tiempos remotos, el hombre ha buscado expresarse mediante el arte, y es este mismo arte que puede llegar a expresarse corporeamente en el hombre. Existen obras tan intensas que son capaces de generar en nosotros acciones tan fuertes que han sido calificadas como síndrome.

El síndrome de Stendhal, también conocido como el Síndrome de Florencia es un síndrome psicosomático (entendiendo por psicosomático un proceso psicológico produce un efecto sobre cualquier sistema u órgano del cuerpo humano, por ejemplo un ataque de pánico que provoca nauseas) en el cual el sujeto experimenta taquicardias, sudoración, mareos, vértigo, confusión e incluso alucinaciones al contemplar una obra de arte, especialmente aquellas de renombrada belleza.

Stendhal, pseudónimo de Henrie Marie Beyle, fue el filósofo alemán del siglo XIX que describió este curioso efecto en su obra “Napoli e Firenze: un viaggio di Milano a Reggio” al realizar su primera visita a Florencia en 1817.

Sin embargo, aunque muchos otros después experimentaron y describieron estos síntomas contemplando obras de arte en Florencia, sobre todo en la famosa “Galleria degli Uffici”, no fue hasta 1979 que una psiquiatra italiana, Graziella Magherini, documentase más de 100 casos de turistas que sufrían estos efectos, denominando al conjunto como Síndrome de Florencia.

A lo largo de la historia el arte ha jugado un papel tremendamente importante en los sentimientos humanos, provocando una serie de diversos efectos ya descritos en la literatura clásica, un claro ejemplo de ello es la cita de Poe, que elocuentemente dice: “La belleza de cualquier clase en su manifestación suprema excita inevitablemente el alma sensitiva hasta hacerle derramar lágrimas”.



Puede que el ejemplo inicial haya sido burdo, pero el objetivo de esta entrada era claro: dar a conocer que el arte no es estático, pasa a una acción en nosotros, es activo y genera cambios somáticos en nosotros. Para una futura entrada intentaré averiguar que es lo que desencadena el "pelómetro" en nosotros cuando escuchamos a alguna pieza musical bien hecha.


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#escherichiacoli

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