Hank,
pronunciando ladridos un tanto anormales, se acercó a su mujer, y dijo en voz
medianamente audible:
- Nena,
¿por qué me tratas de encerrar?
-
¿Encerrar? –Contestó ella-, pero si llevas las únicas llaves en tus bolsillos.
- No,
no, sabes bien que no me refiero a eso. Hablo de tus palabras, tus movimientos,
de tus acciones, de tus caricias, de tus halagos, de tus torpezas, de tus
auxilios, de tu mirada.
- ¿A
qué te refieres Hank?
-
Preciosa, lo sabes bien, es premeditado. Crees que no lo buscas pero es tu
naturaleza, hueles a eso, sabes a eso. Lo intuí desde el momento en que en mi
cama descansabas, pero quise, en aquel instante, que mis aciertos fueran
errores. Para ello cerré los ojos, pero al abrir cada uno, tu voz seguía
ahí.
- Cada
día estás más viejo, se nota en tu pobre forma de hacerte entender.
- Te
equivocas nena, sólo recuerda. Tu mente es frágil pero tu corazón es fuerte, él
no olvidaría ninguna cara, ni por fea que fuese, ni por lo grotesco de sus
mejillas ensangrentadas. Es por ello que aún regresas a casa, es por tu sólido
corazón que replicas el camino hacia mí. Me tienes encerrado, atrapado en algo
que no puedo ser. Un concepto, un significado, un sinónimo, un sintagma, una
frase, un adjetivo, un pluralismo, una ideología, un partido, un nombre, un
hombre. ¿Crees que es bueno convertir a alguien en eso? Lucho día tras día para
que la prensa, las gentes, yo y la fama no deformen los restos que me quedan de
piel, para que los buitres no reduzcan mi cadáver, aún tibio, a conmemorativos
titulares. Y tú, con tu hermosa boca, con tus suaves labios, con tus pesados
muslos, y tu horrible tono de voz, llegas y me encierras de por vida en un
inútil nombre, ¡qué soy para ti!, ¡Dime!, ¡Qué soy para ti! ¿Comprendes mi
encierro ahora?
Con
vista hacia el frente y sin advertir el chillido de las ollas, la mujer huyó
desconcertada a pasos que entre segundos mejoraban su velocidad. La puerta no
tuvo la fuerza para cerrarse, aunque mientras Hank buscaba su cigarrera, el
viento de un empujón puso el cerrojo en su lugar. Volviendo a hurgar en los
bolsillos de su gabán, el codiciado vicio no tardó en aparecer. Con un poco de
tabaco envuelto en papel fino y encendido, inspiró como si lo quisiese tragar
todo de una vez. Al mismo tiempo su uña asfixiaba la tapa atascada de una
cerveza, que por su poca distancia con otras quince vacías, de vez en cuando,
interrumpía su silencio. Hank susurró un par de hechizos sin gran sentido del
humor, y mientras reía de su blasfemia, reiteraba su conclusión.
-Tú,
¿Comprendes mi encierro ahora?
#colaboración S. Luengo
Muy bueno. Obra maestra xD.
ResponderEliminar