Se desgasta la imaginación solo
con intentarla. Te haces en un agradable lugar lleno de sensaciones, ya lo
sientes, estas recreándolo en la mente, y en ese momento en que la espesa bruma
que son tus ideas comienza a tomar forma definida acontece aquello. Lo
desdeñable por principio ad eternum y
que te demuestra[1]
que no has sido más que un juguete del seductor destino. Te entran ganas de
mear. Y todo se te revuelve, desde la garganta hasta las tripas, mientras
mueves los dedos de los pies para aguantarte unos momentos más. Intentas
enfocar la imagen, pero no hay más que el frío fregadero e inodoro delante de
ti. No concibes otra imagen más allá del suplicio, que acabe. Y, por supuesto,
lo de los pies ya no da resultados.
¿Imaginar? Y una mierda, es hora
de correr al “cagadero” -piensas-.
Llegas como un crío a una dulcería
en el día de su cumpleaños, te bajas el cierre y observas. Está allí, la habías
olvidado por completo, se cierne sobre las ansias como derrumbe carretero
dirección a Arauco. No has levantado la tapa. Un rápido reflejo es lo único que
bastó para levantarla, no sin la angustia de no poder lograrlo a tiempo. Pero
son riesgos de los que no se puede escapar. Ahora te dispones a desahogarte, te
inclinas, relajas, piernas en posición… todo allí, incluido ese frío que
amenaza con escurrirse bajo tu ingle. Ya no importa, el tiempo se acabó, y le
disparas entre los ojos, con uno de los placeres más grandes que puedas llegar
a experimentar.
- ¡Muere hijo de puta!
[1]
Que justo a la mitad de esta palabra se me acaba la tinta. –mierda-. Nota del
autor.
#destapacañostropical
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