Por cuestiones laborales me encuentro gran parte del
día en redes sociales*, y como padezco de la grave enfermedad del Complejo de Sherlock es inevitable empezar a analizar las publicaciones de mis contactos, y
es que cuando empiezan a surgir patrones visibles (algunos ridículamente
visibles), no hacerlo es un crimen para el avance de la psicología de
escritorio practicada por millones de personas día a día.
De
todo aquello que he visto (una pequeña punzada ataca mi cráneo por recordar
algunas cosas horribles) en redes sociales, hay dos fenómenos que me han
llamado la atención de sobremanera, en primer lugar está el fenómeno al que
bautizaré como “todos queremos ser diferentes” y en segundo lugar el fenómeno
de “que pena por el rinoceronte negro”.
Obviamente existen mucho más, el hater a mi me llama mucho la atención,
pero por lo mismo creo que se merece una entrada completa, por lo cual lo
dejaremos para el futuro.
Todos queremos ser diferentes
Este fenómeno es de fácil identificación, pero para
poder hablar de él hay que hacer algunas aclaraciones que nos hagan más fácil
su digestión.
El
ser humano se quiere, se ama, se idolatra, se desea, y por lo mismo se olvida
de que en primera instancia es un animal, le pueden poner el apellido que
quieran (social, político, polígamo etc.) pero de que somos animales, lo somos,
como dirían las hermanas Bolocco, somos animales, pero animales animales.
Al
ser animal, se rige por las mismas leyes que se rigen los animales, una de
ellas es el querer dejar descendencia, lo que en la humanidad se traduce como
sexo sin límites, cabalgata, el vuelo del cóndor andino, la cabra en el risco,
la tortuga albina, el tigre visco, la mirada del ciclista, el avispón
daltónico, el gato cojo, etc., es obvio que nosotros lo hacemos más por placer
que por la descendencia real, pero tenemos el instinto perdurar en el tiempo en
otro ser humano. Es por esto que primero debemos encontrar pareja, y para
encontrar pareja debemos competir con nuestra especie, debemos mostrar nuestras
plumas cual pavo real para que la galucha no pueda ver cuan anchos somos, en
este punto las redes sociales han ayudado de mucho, ya que sirven de vitrina,
es una especie de eBay (puede ser mercadolibre para los profanos), en donde
podemos entrar a los perfiles y mirar el
producto, sus características, sus pros sus contras, podemos ver fotos, y hasta
podemos ver los comentarios de otros usuarios. Nosotros estamos conscientes de
aquellos, y es por lo mismo que mostramos lo más posible aquello que queremos
que se vea.
Como
aquellos que tienen negocio lo pueden saber, uno coloca en la vitrina siempre
aquello que quiere que sea más visto, es por ello que uno publica siempre cosas
que muestren algo de uno. Es por eso que no es extraño encontrar en facebook
como la gente pone canciones de amor, citas inteligentes, imágenes tiernas,
videos de gatos tiernos, guaguas chistosas, y obviamente el comentario de
turno, realities, novelas, series, farándula, son cosas que se pueden encontrar
en estas vitrinas, y obviamente uno se quiere diferenciar de los demás.
Me
llamó mucho la atención cuando fue aquella campaña contra el maltrato infantil
en donde había que poner una foto de perfil de un dibujo animado, como la gente
competía entre sí, y la competencia era quién pone la foto del dibujo animado
más desconocido de todos los tiempos, y ponían como pié de foto: “jajajaja,
quién no creció viendo este mono croata todos los domingos antes de ver
Cachureos?” como si fuera lo más normal del mundo. Todos quieren ser
diferentes, parte de mostrarse en la vitrina social que es facebook es
diferenciarse lo más posible de las demás personas, leer los libros más
extraños, compartir las canciones más desconocidas, admirar los pintores más
infrecuentes y sentirse orgulloso de ser el único de tus contactos que
realmente entiende el arte abstracto de aquel artista omanés que la está
rompiendo.
Que pena por el rinoceronte negro
[Este fenómeno de redes sociales puede herir algunas
sensibilidades, sin embargo cabe admitir que no se está haciendo un juicio de
valor, sólo se está haciendo un análisis]
Que pena por el rinoceronte negro es un fenómeno que
noté cuando se extinguió dicho rinoceronte. Millones de personas llenaron sus
muros por lamentaciones por el animal que había dejado de existir de manera
sustentable y se acercaba a su desaparición sin haberle puesto atención real al
tema de las extinciones antes, es más, se habla de casos de gente que mientas
compartían un asado y la abuela tocaba un vals en el piano con teclas de marfil
posteaban enfurecidos cómo el ser humano daba fin a los animales por su trato
con ellos. Lo simpático fue que pasó una semana y nunca más vi algo con
referencias al rinoceronte en cuestión. Casos similares pasa cuando muere
alguien conocido y los portales de noticias y novedades empiezan a mostrar
escenas y muestran lo bueno que eran y la gran pérdida que fue para el mundo.
Con esto no menosprecio la muerte de alguien conocido, pero tampoco hay que ser
cínico y empezar a llorar al mundo entero si no está en nuestro corazón
hacerlo, a cada segundo muere alguien en algún lugar, tan valioso como el anterior.
Como ejemplo sirve la muerte de Michael Clarke Duncan, un actor al cual yo
conozco por dos películas, The Green Mile y Daredevill, y la última fue una
reverenda bazofia y por la serie The Finder. Está bien, fue un actor el cual en
su papel más conocido (The Green Mile) hizo de una persona súper especial, diga
de admiración, pero no creo que todos hayan seguido su carrera de tal manera
que la muerte del actor les haya significado un dolor real. La muerte nos
sensibiliza a todos, eso es verdad, la idea no es parecer descorazonado, pero
tampoco hay que fingir que éramos los seguidores número uno para quedar bien
con todo el mundo. Pasó lo mismo cuando falleció aquel actor de The Sopranos.
No hay nada malo con ser sincero, pero también hay que saber venderse.
*cesantía
#lalombrizsolitaria
"decir que no se hará un juicio de valor y luego hacer un juicio de valor" is too mainstream...
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