Está claro, y creo que todos lo
aceptamos, que la muerte no hace diferencias, cuando tiene que llegar, llega,
sin considerar que seas niño, viejo, mujer, hombre, rico o pobre, porque a fin
de cuentas de lo único que tenemos certeza es que en algún punto la vida se
acaba. Pero no nos engañemos, las diferencias sí existen, ya sea en cómo
llegamos a este inevitable fin, dícese por enfermedad, accidente, vejez; o por
la forma en que quienes quedan se “encargan” de los restos.
Y es en este
aspecto donde las diferencias nos sobran, tenemos por ejemplo la práctica de
los tibetanos de dejar que los buitres se coman los cuerpos de sus familiares,
o los vikingos que solían incinerar a sus muertos en barcas funerarias,
tirándoles flechas en llamas. También están las cremaciones modernas que han
significado toda una nueva tendencia en el mundo occidental, y por supuesto,
están los tradicionales, bien conocidos (y no libres de polémica) entierros.
Aquí me
quiero detener, porque hay muchas formas de llevar a cabo un entierro, y de
marcarlo, están las pirámides, las fosas comunes, los mausoleos, los entierros
en vasijas, barcas, rodeados de llamas, en las paredes o el suelo de las
propias casas, en fin, un sinnúmero de prácticas que se ven influenciadas por
la cultura y el status social. De aquí nace un caso bien particular, el de los
narcos,
El cine nos ha ayudado a hacernos
una idea de cómo viven los grandes jefes de los carteles de drogas, donde la
ostentosidad y los excesos aparecen como algo común en la vida de estas
personas. Todos estos lujos, y el alarde con el vienen acompañados, no se
limita sólo al diario vivir de los narcos, en Culiacán México, existe un
cementerio llamado los Jardines de Humaya, donde estos grandes traficantes son enterrados de forma que nadie
dude del status que tuvieron en vida, permaneciendo rodeados de las armas,
joyas y vehículos que alguna vez constituyeron sus objetos más codiciados.
Los mausoleos que aquí se
encuentran suelen imitar grandes mansiones, algunas de hasta tres pisos de alto
y cuentan con aire acondicionado, televisión satelital, áreas de esparcimiento,
además de haber sido diseñados por prestigiosos arquitectos y decorados con
materiales finos y costosos. Las tumbas están pensadas para recibir a los visitantes
con la mayor comodidad posible, así que incluso cuentan con dormitorios y
baños, por ello no es raro que los familiares y amigos de los fallecidos
celebren fiestas y se alojen en estos lugares, donde siempre se cuenta con
cerveza y tequila para animar las celebraciones y que se mantenga el recuerdo y
el status del difunto.
Esta
verdadera necrópolis contrasta con el panorama que se ve a sus alrededores, ya
que se encuentra cerca de unos de los barrios más pobres de la ciudad, en donde
este nivel de riqueza es inalcanzable para quienes pasan por allí a diario, ya
que un mausoleo “simple” cuesta alrededor de 7 mil dólares, mientras que los
más costosos pueden llegar hasta los 85 mil dólares.
Pero podemos
encontrar una razón medianamente lógica para tanto derroche, y es que muchas de
las tumbas no cuentan con nombres, fechas o epitafios, incluso después de las
muerte es necesario para los narcotraficantes y sus cercanos el proteger su
identidad, por lo que todo este aparataje de despilfarro y grandiosidad es su
forma de asegurarse que su existencia no se vaya al olvido... algo con lo que
todos podemos identificarnos, no?
#fueradeservicio
No hay comentarios:
Publicar un comentario